30 de mayo de 2011

AMORES PERROS...o ¡ya no tengo miedo!



Tenìa 3 años cuando soñè que un perro negro se abalanzaba sobre mì y me arrancaba la pierna. Desde ese momento mi miedo hacia los caninos creciò de forma enfermiza. No podia verlos sin ponerme a temblar de miedo. Aun recuerdo ese nudo que se me hacia en la garganta y no me dejaba respirar.

Un año despues mis padres, junto con un tio necio resolvieron que la mejor manera de combatir ese miedo era regalandome un perro. Era un precioso dàlmata, gigantesco, bueno no tanto, pero yo lo veia asì.
Manchas, era un cachorro muy juguetòn y algo brusco. Nunca me hizo daño, pero a mi me seguia causando pànico. Tanto que mis papàs tuvieron que regalarlo.


Pasò el tiempo y nos mudamos de casa. Yo pensè que mi miedo se habia quedado en la vieja residencia. No fuè asì, el maldito me siguiò hasta donde nos fuimos.

Pero no contaba con que ahì, en ese lejano lugar, iba a encontrar a alguien quien en lugar de atacarme me iba a enseñar a lidiar con ese miedo y hasta dejarlo en el olvido.

Recuerdo la primera vez que lo vi. Tenia una pinta de gruñòn y malo. Me dio mucho miedo, de hecho me paralicè. De haber podido hubiera corrido lejos, tanto como para no verlo jamàs. Pero no fuè asì.
Carmelita, la mamà de mi mejor amiga de mi infancia, tomò mi mano y la puso sobre la cabeza de esa bestia. Pensè que me desmayarìa, pero no fuè asì.
Kaiser (asi se llamaba la bestia)solo me vio con sus ojazos cafes y despues bien indiferente se fue.

Despues de ese momento las cosas como por arte de magia empezaron a cambiar. Kaiser dejo de ser una bestia, para convertirse en el bòxer màs hermoso que he conocido. Recuerdo su jùbilo cuando mi amiga Diana y yo llegabamos a su casa, ese jùbilo que todos los perros traducen moviendo la cola como rehilete.
El nos acompañaba en nuestros juegos, a su vez a el lo acompañaba su mejor amiga Cokis, una maltès negrita.
Asi pasaron los dias, entre juegos y colazos. Realmente nunca me di cuenta que el miedo se habia ido.

Un buen dia Carmelita nos dio la noticia de que Cokis iba a ser mamà. No sè como fuè, mas bien no recuerdo bien que pasò, pero mi mamà aceptò que uno de los bebès de Cokis se quedara en casa. ¡yo iba a tener un perro, que gran felicidad!

Cuando por fin nacieron los cachorros determinaron que el que me iban a dar era la ùnica hembra de la camada.
La primera vez que la vi literalmente morì de la emociòn. Era tan bonita, toda rubia, con calcetitas blancas y trompa negra. ¡Ah! y sus ojos, grandisimos muy cafès y expresivos. Se tenìa que llamar Poochie, nombre escogido porque en esa epoca habia un muñequito con ese nombre.

A partir de ese momento fue mi perra, mi responsabilidad, casi mi hija. Yo con seis años ya me sentìa mayor al cuidarla. La queria tanto, que mis papàs se sintieron celosos, o yo creo que mas bien vislumbraron mi locura. Tanto que me inventaron que a un perro no se le puede querer tanto, de ser asi, todo ese amor le haria daño y provocaria que su corazòn se detuviera y muriera irremediablemente.
¡Ajà, como no! era niña, no mensa. Asi que no me creì esa patraña y seguì queriendo mucho a mi Poochie.

Pasamos muchos dias felices, otros tristes, otros raros, pero indudablemente Poochie fuè una gran compañera. Casi 19 años estuvo conmigo.
Fuè un gran dolor el dia que ella muriò, pero yo ya tenia casi 25 años y ella como millones, realmente me regalò los mejores dias de su vida, era justo que yo la dejara ir. Asì que despues de una breve despedida ella dejò de respirar, toda tranquila.
Despues le hicimos un pequeño homenaje y la colocamos en una capilla. Eso puede sonar exageradisimo, de hecho algunas personas lo tomaron como una idiotez. ¿Como colocar a un simple animal en una capilla?¿no seria mejor arrojarlo en un hoyo debajo de un arbol?
Pues no. Para mi lo que hicimos fuè un acto de gratitud hacia su lealtad y compañìa.

Despues de eso jurè no tener mas perros. La verdad no cumplì ese juramento. Asi llegaron a mi vida Wero, Negrita, Labrit y Max. Cada uno con su temperamento, pero siempre dejandome sus mejores momentos, esforzandose por aguantarme y enseñandome algo maravilloso: puedes tener malos momentos, puedes pasar lo peor, pero siempre un poco de amor y una sonrisa borra todo lo malo, asi es posible seguir adelante sin rencores y brincando tras una pelota.


ESTE BREVE RELATO SE LO DEDICO A MI MEJOR AMIGA DE LA INFANCIA, QUIEN ME ENSEÑO A QUERER A LOS PERROS Y CON QUIEN PASÈ LOS MEJORES MOMENTOS. ESTE ES MI BRINDIS PARA TI. TE QUIERO.