21 de octubre de 2010

De Garibaldi a Plaza

POR REBECA VANDA

“El Gráfico, el Gráfico, de a tres de a tres, llévese El Gráfico”, este grito se apodera del sonido de murmullos y rápidas pisadas en el transborde de la estación Garibaldi hacia la Línea B, son dos señores los que hacen gala de sus potentes gargantas haciendo una imaginaria guerra de gritos, misma que me recuerda las coplas cantadas por Pedro Infante y Jorge Negrete en la película Dos tipos de cuidado. Mi mirada se fija en la gran cantidad de gente que se dirige hacia los andenes, son poco antes de las dos de la tarde y todavía recuerdo cuando años atrás se decía que justo esta hora era uno de los momentos transitables en el Metro, baja afluencia de usuarios y los trenes ágiles, creo que ahora ya somos muchos en esta ciudad.
Por fin en el andén de abordaje la pelea de alaridos entre los voceadores ha dejado de escucharse, el ruido ha sido sustituido por la canción Eleonor Rigby de los Beatles, algo me ha hecho pensar que en esta estación hay más de un fanático del cuarteto de Liverpool, pues no hay día en el que no se escuchen sus notas aunque en la mayoría de las veces son ignoradas por el ajetreo de la gente, espero con calma a que llegue el metro, total me gustan los Beatles y no tengo prisa, en casa me pueden esperar unos minutos más.
Ya en el tren, Eleonor es desplazada por el murmullo de quienes abordan el vagón y claro de quiénes luchan por conseguir un asiento o el mejor lugar en el pasillo para no ser aventados y aplastados cuando la marabunta de personas se aloque en la estación San Lázaro, me quedo en una esquina y observo como una joven señora le ha ganado el lugar a otra ya entrada en años y quién carga sendos bolsones de mandado, la joven doña al percatarse de su mala acción le cede el asiento, sin embargo, la venerable se encapricha y de mala gana da las gracias pero decide quedarse parada, por un momento pensé que habría pleito pero todo quedó en una mala cara y un “ya qué” interno.
La cosa se pone aburrida así es que me camuflajeo con mis audífonos, sólo me los pongo para pasar desapercibida y escuchar mejor sin parecer una entrometida, así voy a la caza de algo interesante, han pasado las estaciones más tranquilas y estamos a punto de acercarnos a la tumultuosa San-La, temo por mi vida, pero qué más da, si viajar en metro se ha convertido ya en un deporte extremo.
San Lázaro y no sube tanta gente, sólo la suficiente para volver a escuchar un murmullo inentendible, mi concentración está al máximo, pero el vendedor del libro Las calaveritas literarias parece que ha decidido hacer su agosto con nosotros, lleva dos estaciones y no se le ven ganas de bajarse, creo que si en la primera nadie le compró su librito, ya no lo harán, pero haber quién lo hace entender… “de a cinco, llévelo de cinco, calaveritas literarias, las clásicas para el hermano, el papá, la mamá, al presidente Calderón, a los diputados, al presidente de Estados Unidos Obama, llévelo y sea la sensación este Día de muertos”. Apoco si serán tan buenas las dichosas calaveritas, ya a punto de adquirir tan barato libro el hombre ha decidió bajar, será en otra oportunidad.
Se desocupa un lugar, me mudo de mi esquina para el asiento, la perspectiva esquinera ha comenzado a marearme, espero tener mejor suerte en el pasillo, lo cual en efecto resulta más afortunado, mis vecinas hablan sobre los males de ser mesera y tener un marido mantenido, además sobre la gran oferta de Soriana, los tintes Koleston estaban a 35 pesos o algo así, el asunto es que una de las vecinas compró nada más 400 pesos en tintes, yo sólo he podido ver como lucen 400 pesos en cervezas, lo cual es una cantidad razonable, pero en tintes, ¡válgame! Pues que de plano la seño tendrá tantas canas.
Plaza Aragón, mi estación, el vagón se ve casi vacío pero en las escaleras se comprueba que muchos somos los que bajamos aquí, el viaje estuvo tranquilo, los vendedores hoy estuvieron quietos, sólo el de los libritos, la de las pastillas sin tos, y los chicos del centro de rehabilitación que venden flanes - los cuales estoy tentada a probar pero algo me dice que el ingrediente secreto son polvitos mágicos- bueno supongo que agarre a la vendimia en su hora de comida y ya es hora de que yo haga lo propio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bien!... Creo que tenemos el mismo oficio de "Observadores de la vida Social" (que no se confunda esto con criticones).
Ahi te encargo un flan con polvitos magicos marca Chinchachoma.
Saludos.